El Español y Yo(1)Comienozo del estudio

El Español y Yo(1)Comienozo del estudio


Hoy quisiera escribir de mi estudio del español y una experiencia estupénda de aquel entonces.
A mediados de los setenta, cuando no estaba muy ocupado, empecé a asistir a una clase del español.

¿Por qué lo comencé? Me había encantado el español de un grupo de los cantantes mexicanos. Se trata de “Los Panchos” compuesto de tres hombres gorditos con ambiente acogedor. También se llamaban “Trio Los Panchos” en Japón. Eraban muy populares en Japón, entre otros países.

Por supuesto que me encantaban sus canciones: Cielito Lindo, Bésame Mucho, Malagueña(Esta canción me gustaba muchísimo) etc.
Además, lo más impresionante era la belleza de su idioma en el que nos hablaban en los ratos entre sus canciones, de modo que deseé estudiar su idioma algún día.


Asistía todo el año a las clases del curso básico, el intermedio y el avanzado de gramática.
Recientemente he conocido que hay bastantes japoneses de mi generación quienes han aprendido este idioma por el mismo motivo.

Mientras aprendía regularmente en la escuela, me ocurrió una incidencia. Una noche, después de la clase, subí al tren para volver a mi casa y tomé asiento. Los asientos eran para cuatro viajeros y se habían sentado tres hombres, entre los cuales los dos parecían extranjeros.

A mi frente estaba un estudiante japonés, leyendo en silencio un libro grueso que era aparentemente un diccionario inglés-japonés.
Otros dos se hablaban muy rapidamente en el idioma diferente del inglés.
“¿No es el español? Quiero hablarles. No. Tengo que hablarles.” Mi corazón palpitó al pensarlo.
Pero de ninguna manera pude hacerlo.


Quien primero dirigió la palabla al estudiante fue uno de los extranjeros sentado en mi diagonal y le preguntó qué libro estaba leyendo.
El muchacho contestó que era diccionario y destacó que anteriormente algunos estudiantes japoneses solían comer las páginas del diccionario para memorizar bien el vocablario.

Hubo una pausa momentánea en la conversación suya. ¡Ahora es mi turno! Me atreví a hablarles. “Estudio español.” Dije tal cosa. Los dos me parecieron alegrados y contentos.
Yo estaba tan nervioso que no me acuerdo cuánto tiempo continuara la charla. Seguramente fue muy corta. Conocí que eran peruanos. Al despedirnos, uno de los peruanos me festejó, diciendo “¡Tenga buena suerte!”
Pensé que era muy bueno que lo hubiera estudiado. Y me decidí continuar el aprendizaje diligentemente.